La gran deuda con la mujer indígena: una historia de olvido y de dolor
En el “Día Internacional de la Mujer Indígena”, expreso mi reconocimiento y mi más profundo respeto, a las mujeres de los 55 pueblos indígenas que existen en el Perú y, a las mujeres indígenas a nivel mundial; las cuales, pese a algunos avances, aún se encuentran en niveles de desprotección, pobreza y sometidas a diversos tipos de violencia.
El último censo nos dio cifras importantes que, como Estado, nos enrostran la obligación de toma de acciones en aras de la protección y reconocimiento de derechos de las mujeres indígenas. Del total de población que se autoidentificó como pueblo indígena u originario, más de 3 millones son mujeres. Sin embargo, los niveles de violencia a los que se enfrentan, también son alarmantes y se traduce, no solo en violencia física, sino también en falta de acceso a derechos básicos como salud y educación intercultural bilingüe. Brechas que son como heridas abiertas, ante una deuda histórica que el Estado mantiene con las mujeres y niñas de las comunidades, pueblos indígenas u originarios.
Asimismo, es imposible no recordar en este día, a las mujeres comuneras, indígenas u originarias, que defienden sus territorios y su medio ambiente. Nuestras defensoras ambientales, nuestras luchadoras ambientales, que pese a que el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, emitió la Resolución Ministerial N° 0159-2019-JUS, mediante el cual se aprobó el “Protocolo para garantizar la protección de personas defensoras de Derechos Humanos” a fin de que, los derechos de nuestras defensoras ambientales, no sigan siendo vulnerados; este no viene siendo cumplido por todas las instancias estatales. Por el contrario, vemos como el Estado ejerce una criminalización de la protesta, en la cual, en los casos de conflictos eco territoriales, las mujeres comuneras, indígenas u originarias, son las primeras en sufrir el impacto de la desprotección a su derecho a la protesta.
No podemos dejar de lado, en este día, a la mujer que en su territorio mantiene viva su cultura y que, ante los impactos del cambio climático, lucha sola por la seguridad alimentara de su pueblo. Por mantener sus ríos, sus lagunas, su territorio. Ante eso, el Estado responde con la entrega de sus tierras a concesiones mineras o lotes petroleros.
En este día, es imposible no recordar a las madres comuneras, indígenas u originarias, que en la época de violencia política que vivió nuestro país, fueron torturadas, amenazadas, vulneradas y que, muchas de ellas, en búsqueda de sus hijos o hijas, vieron perder sus esperanzas. La historia no se olvida. La herida sigue abierta.
Nuestro homenaje a cada una de ellas, no es solo el saludo fraterno, sino el compromiso por seguir luchando, desde mi labor congresal, por el reconocimiento de sus derechos y la obligatoriedad del cumplimiento de los mismos.
Escrito por
Cajamarquino, sociólogo. Ecopolítica y derechos humanos. Líder de Tierra y Libertad.