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RECONSTRUIR LA DEMOCRACIA, 5 DE ABRIL: ¡NUNCA MÁS!

Publicado: 2015-04-05

Este 5 de abril se cumplen 23 años del autogolpe de Alberto Fujimori.

Fujimori no fue un político profesional, no venía de los partidos políticos tradicionales, era “un rostro nuevo” que decía querer acabar con la vieja política y la corrupción. Sin embargo, Fujimori accedió al poder para convertirse en uno de los rostros más viejos de la política peruana al pretender gobernar por tres periodos consecutivos, violando incluso su propia norma constitucional para lo cual necesitó de cómplices, como su ex premier Torres y Torres Lara que llegó a justificar ese propósito con la denominada “interpretación auténtica”. Para olvidar esas complicidades, un hipócrita sistema de partidos y de medios de comunicación buscan borrar la memoria rindiendo honores a los cómplices del autogolpe cuando enferman o mueren.

Lo terrible de todo son las causas que permitieron que Fujimori se hiciera de tal poder e intentara perpetuarse en él. Lo terrible es que sus vástagos intenten redimirse bajo nuevas franquicias electorales, pero usando los mismos estilos y pretendiendo hacer creer que el gobierno del “Chino” fue “el mejor de nuestra historia republicana”.

Considero que entre las causas que debemos identificar de por qué fue posible el autogolpe están, entre otras:

1. La existencia de un Estado “capturable” sea por outsiders o por políticos tradicionales que pueden acceder con discursos llenos de promesas en tiempos de campaña electoral, promesas que luego saben que no cumplirán, dando paso a una práctica que además se legitima diciendo que “una cosa es con guitarra y otra con cajón”. En esto, Fujimori, Toledo, Alan y el mismo Ollanta Humala no han sido diferentes. Es parte de la gravísima debilidad de nuestras instituciones, de nuestra precaria democracia, de la capacidad de soporte de nuestras organizaciones ciudadanas que no tienen la fuerza para defenestrar a los políticos farsantes y traidores.

2. El colapso del sistema de partidos en los que los partidos de derecha se convirtieron en meros tramitadores de grandes intereses económicos y dejaron de ser espacios de participación política deliberativa, que es lo mínimo que se podría esperar de una derecha liberal que en el Perú no existe. De los partidos de izquierda que no solo se fragmentaron, sino que muchos de ellos se hallaron, por decir lo menos, desubicados cuando emergió SL con la pretensión de ser la fuerza iluminada de la historia que con un baño de sangre impondría sus reglas arrasando con todos los sueños y esperanzas de cambio de nuestros pueblos para alcanzar justicia, libertad, paz.

3. La destrucción de las organizaciones gremiales y sindicales, las que fueron descabezadas por asesinatos de las hordas senderistas, el terrorismo de Estado o los grupos paramilitares como el Grupo Colina que intentaría quedar en impunidad como lo había hecho antes el Grupo Rodrigo Franco que cobijó el primer gobierno corrupto de Alan García. El debilitamiento del movimiento sindical que había sido golpeado primero por el desastre económico de García así como luego por la implantación de políticas neoliberales que terminaron de arrasar con los derechos de los trabajadores. Asimismo, la cooptación de parte del gobierno fujimorista a través de programas estatales, de una importante red de comedores populares y espacios organizados de mujeres, que pasaron a convertirse en espacios de asistencialismo populista y que hoy siguen siendo, de alguna manera, las bases de los sectores fujimoristas más obsecuentes.

4. La tolerancia cultural y social al autoritarismo y la violencia que era permisible frente a caudillos que hacían exhibiciones de fuerza: “el Perú necesita un Chinochet”, “el Perú necesita mano fuerte, orden”, lo cual fue visto con cierto agrado por la embajada de EEUU y por sectores de las Fuerzas Armadas que habían perdido su noción de patria, de soberanía, de honor, así como por sectores empresariales mercantiles que sabían que podían hacer ingentes ganancias al amparo de una “cuota razonable” de gastos por corrupción.

El 5 de abril abrió las puertas no solo a Alberto Fujimori, un presidente autoritario y corrupto que sucedía a un gobierno desastroso no menos corrupto como el de Alan García, en un momento en que el terrorismo senderista proclamaba febrilmente haber alcanzado su “equilibrio estratégico”, según el cual estaba en capacidad de asediar a la propia Lima, sino que también abrió las puertas a una forma de hacer política nefasta para la democracia: la demagogia, la corrupción, el abuso, la viveza criolla, la violencia, la cooptación de redes organizadas, la lógica de que “todos somos conversables” que llegó a su paroxismo con la salita el SIN y los jueces, fiscales, empresarios y hasta personajes de la farándula que dejaron ahí su huella y recibieron su coima. Lo terrible es que todas estas acciones discursivamente eran justificadas frente a los no menos terribles males que había que derrotar a inicios de los 90: el quiebre de la economía y el avance del terrorismo.

El 5 de abril sirvió para que ciertos sectores esparcieran un discurso que legitimara la máxima de que “el fin justifica los medios”. Poco a poco se abrió paso a otras formulaciones que están minando la posibilidad de construir una sociedad y una institucionalidad democrática verdadera. Esas formulaciones antidemocráticas se expresa en ciertos sentidos comunes como el de “no importa que robe (y mate) pero que haga obra”, “nosotros matamos (robamos) menos”, “el Perú no se puede permitir excesos de democracia”, incluso aquel dicho que hasta pretende destruir la autoestima cuando afirma “todos roban” o “así somos los peruanos”, “solo podemos escoger el mal menor, no hay alternativas”.

El 5 de abril y lo que sobrevino después trajo a políticos mitómanos como Toledo, cleptómanos y demagogos como García, traidores como Ollanta Humala, lobistas como PPK o tránsfugas y pragmáticos como Yehude Simon. Solo hubo un breve respiro que mostró que no todo el país y su clase política estaba perdida: fue la primavera política del gobierno de transición de Valentín Paniagua que asumió el reto de concertar, sin hacer borrón y cuenta nueva, al dar paso a la CVR que hoy la derecha más recalcitrante --la que va desde Cipriani, pasa por diversos grandes medios de comunicación y llega hasta Alan García-- intentan deslegitimar.

No hubo tiempo para sentar las bases de una democracia asentada en un amplio movimiento de participación ciudadana organizada y movilizada. No hubo tiempo y condiciones para fortalecer la descentralización y desconcentración del poder, construir un eficaz y eficiente sistema de administración de justicia y de lucha contra la corrupción. Posterior a ese breve periodo de reconstrucción democrática, los poderes fácticos de siempre se han propuesto la tarea imponer su visión única de la historia: “Fujimori fue necesario, las políticas neoliberales indispensables, la destrucción de las instituciones vista como condición necesaria, las violaciones sistemáticas de derechos humanos como simples daños colaterales en una sociedad egoísta conformada por inevitables procesos de multitudes de perdedores y de élites de ganadores”. La retórica de Alan García, hoy el mejor aliado del fujimorismo, lo sintetiza en la república empresarial de ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda.

Por eso decimos 5 de abril: ¡NUNCA MAS!

Quienes creemos en la democracia consideramos que hay que convocar a todas las fuerzas sociales y ciudadanas para que asumamos la tarea de rescatar nuestra débil democracia del abismo al que el fujimorismo y sus sucesores la arrastraron. Consideramos que hay que asumir la tarea de reconstruir las instituciones y que esa tarea no es de una sola persona ni de una sola fuerza política, tiene que ser tarea de líderes, hombres y mujeres, carismáticos, tiene que ser la tarea que asuman multitudes organizadas y movilizadas responsables y conscientes que democráticamente construyan una visión de país libre de discriminaciones, libre de injusticias sociales, políticas, económicas, culturales y ecológicas.

¡Vamos a nuevos estilos y compromisos políticos para construir un país mejor no para unos pocos, sino para todos y todas los peruanos y peruanas!


Escrito por

Marco Arana Zegarra

Cajamarquino, sociólogo. Ecopolítica y derechos humanos. Líder de Tierra y Libertad.


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